«No queremos hablar de la ausencia, sino de la presencia. Juan Carlos la tenía y llenaba los salones y los escenarios en los que entraba con ese corpachón alto y esa media sonrisa estampada en la boca. Entraba y era un huracán: traía ideas, proponía proyectos, compartía chistes, provocaba, incitaba, aplaudía. Pero, además, hacía. Y mucho». (Testimonio de ISCA | Instituto Superior de Catequesis Argentino)